martes, 29 de marzo de 2011

Poema 25

Poema 25

Obedezca mi alma a Dios
y mis palabras sigan sus su Palabra,
porque feliz es el que alcanza misericordia,
y gozosa la Iglesia que su Espíritu guía.

Sigamos al Rey con antorcha encendida,
sigamos al Rey por camino de luz.
Toda la ley de Dios es vida,
y sus testimonios son mi alegría.

Rey de reyes, Señor de señores,
nuestro adalid es él.
Espada de dos filos nos ha dado,
nos conduce a la victoria verdadera.

Triunfo contra el mal proclama
aquel a quien ama mi alma,
ante él se inclina todo hombre,
y Jesús, Hijo de Dios, se llama.

domingo, 27 de marzo de 2011

Reflexiones sobre el Salmo 144

Bendito sea Jehová mi roca…” así se inicia el Salmo 144. La roca es el fundamento de nuestra casa, y la casa del creyente es la Iglesia. Quien edifica sobre la roca puede resistir las tempestades (Mateo 7:24 y Lucas 6:48). ¿Pero de qué roca se trata? ¿Qué significa la roca? La “roca” es un símbolo, la roca representa a Cristo. Cuando en el salmo se habla de la roca se está hablando realmente del Señor Jesucristo (1ª Corintios 10:4). Una casa construida sobre la roca es firme y resiste por él; una iglesia fiel a Cristo es la que sigue su Palabra.
Estar de pie sobre la roca es tener a Cristo como base de nuestra vida. Sólo en él estamos seguros, pues su firmeza y su amor nos sostienen aún en los momentos difíciles de las pruebas. Jesús nos fortalece; nos va moldeando para perfeccionarnos, y el Espíritu nos orienta y nos permite diferenciar lo que es de Dios, de lo que no lo es. Por eso este salmo se inicia bendiciendo a Dios.
En el primer versículo también se dice:
Quien adiestra mis manos para la batalla,
Y mis dedos para la guerra

Al leer esto uno puede pasar por alto estos versos, pensando que sólo se refieren a David, porque era guerrero (además de rey, pastor, danzarín, cantante y redactor de salmos). Sin embargo, nada en los salmos es ajeno a nosotros, porque la Biblia es un gran instructivo que Dios nos da para la salvación. Entonces, tenemos que preguntarnos: ¿A qué batallas y guerras se refiere? ¿Contra qué o quiénes? ¿Cómo participamos en ellas?
Existen fuerzas que no vemos, como los ángeles caídos, los principados y las potestades del mal ante los cuales cada creyente mantiene una lucha constante. Estos enemigos tratan de emboscarnos apelando a nuestras debilidades, y mostrándonos el oropel de las tentaciones del mundo: dinero, sexo, fama, éxito, venganza, vanidad. Y cuando a la luz de esto se releen los versículos 1 y 2 del salmo, se comprueba que Dios no nos deja solos en esta lucha:
“…Escudo mío, en quien he confiado;
El que sujeta mi pueblo delante de mí”…

Dios siempre está a nuestro lado apoyándonos y sosteniéndonos, porque conoce nuestras debilidades. Él, con su enorme misericordia, nos provee los medios para protegernos de las huestes del mal (Romanos 8:37 a 39). Él es nuestro escudo y nuestra fuerza; él es nuestra roca viva, y quien nos protege de los ataques invisibles que acechan nuestra alma.
En el 3er. Versículo del salmo, David se formula preguntas que en algún momento todos los creyentes nos hacemos. ¿Por qué Dios nos protege y nos cuida, si tenemos tantos defectos? Y la respuesta es maravillosa: justamente por eso; porque nos ama y procura por todos los medios que salgamos adelante con bien. Y Dios no escatima nada (Juan 3:16).
Al ser vencido el enemigo, brota la alabanza agradecida hacia aquél que nos dio la ayuda oportuna. David la expresa (Salmo 144:9 y 10), y nosotros también,cuando nos salvamos de un accidente, cuando resistimos las tentaciones, cuando sanamos, cuando se hace justicia y cuando triunfa el amor.
Del mismo modo, en el momento en que las dificultades comienzan a turbar nuestra vida, tenemos un Dios fuerte y un gran abogado, Jesucristo, para hacernos oír. Pidamos ayuda sin dilación. Dios escuchará la oración (Jeremías 29:12; 1ª Tesalonicenses 5:17; Santiago 5:16), como escuchó a David, y nuestra Roca nos amparará. Él no dejará las ovejas a merced de los lobos (Juan 10:11 a 16).
En los versículos 7 a 11 del salmo, Davbid pide esa ayuda necesaria para ser rescatado y quitado de entre “hombres extraños””, cuya boca es vanidad y su diestra, es “diestra de mentira”. Por medio del ejemplo de David, el salmo nos dice qué hacer: recurrir siempre a Dios, mantenernos leales y firmes en él.
El salmo continúa en los versículos 12 a 14, con el ruego de David por el bienestar de su pueblo. Esto es muy importante, ya que la felicidad del creyente se alcanza compartiendo. David rogó por el bienestar de su pueblo, y durante los reinados de David y Salomón ese pueblo gozó de gran prosperidad (pero luego el rey Roboam y sus sucesores, así como el pueblo, idolatraron, se olvidaron de su Dios, y perdieron las bendiciones que habían tenido tal como lo relata 1ª Reyes 14:21 a 28).
Finalmente, el salmo concluye diciendo:
Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová
.
Y sabemos por nuestras lecturas de la Biblia que esta bienaventuranza se alcanzó, y más adelante se perdió por falta de fe, el Salmo 144 y la Biblia dan constancia de ello.
Los creyentes tenemos que apropiar la enseñanza de este salmo: a nosotros nos toca permanecer fieles para mantener las bendiciones que Dios nos da y prosperar como Iglesia.

sábado, 12 de marzo de 2011

PONER NUESTRA VIDA EN MANOS DE CRISTO; ENTREGARLO TODO, VIVIR PARA ÉL

El creyente que en su niñez careció de una formación familiar y una educación cristiana, se acostumbró a hacer las cosas según su propio punto de vista y en sus fuerzas; por lo tanto, al convertirse recibiendo a Cristo en su corazón, resulta muy difícil aprender a depender de Dios. Sus días no son gozosos, porque por lo general, se afana en lograr cosas que no puede alcanzar plenamente, lo cual lo frustra. Tiene que aprender a obedecer a Dios, a escucharlo.
Pero no sólo este creyente, sino también el que sí tuvo una formación y una educación cristiana, tiene que tener cuidado de no separarse de lo que enseña la Biblia, porque la tentaciones, el deseo, el orgullo y las trampas del mundo, siempre están presentes en nuestra vida.
Una de las tareas de nuestros pastores es encauzarnos para que aprendamos a entrar en el reposo de la fe, para que establezcamos una relación con Dios cada día más profunda, y accedamos al gozo que ésta nos da. La tarea no es sólo de los pastores, nuestro papel no es pasivo; tenemos que estar orando para que en Cristo, Dios nos de su gracia haciendo posible que esa relación prospere; es necesario además que leamos, estudiemos, memoricemos, y hagamos parte de nuestra vida lo que dice el precioso instructivo para nuestra salvación que es la Biblia.
Leyendo la Biblia podemos responder a estas preguntas: ¿Quién nos fortalece? ¿Quién nos sustenta con su Palabra? ¿Quién sabe saciar nuestra sed espiritual? Cristo murió por nosotros para darnos la salvación, y Dios nos mostró exactamente lo que hay que hacer para ser salvos: creer que Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios, el Rey de Reyes, que vino a rescatarnos y nos ha preparado habitación en el reino de Dios.
Toda la Biblia nos enseña lo que Dios espera de nosotros, el camino que nos ha trazado y lo que tenemos que hacer para que nuestra relación con él a través de Cristo, nos acerque más a Dios, y nos haga acumular tesoros espirituales imperecederos (Mateo 6:19 a 21).
El camino que Dios tiene para nosotros no está libre de dificultades, pero cada dificultad puede ser superada, y es necesaria para engrandecernos, en la medida en que sirve para que aprendamos a ponernos en manos de Dios.
¿Qué consejos prácticos pueden ayudarnos a ir acrecentando esa paz interior y esa sabiduría no humana, que nos permite comprender, amar y perdonar? ¿Cómo lograrlo?
a) Lo primero que tenemos que hacer, siendo creyentes, es reconocer que la Biblia es la Palabra de Dios; ella es nuestro pan, nuestro alimento diario no adulterado y que no puede faltar.
b) A medida que vamos leyendo las Escrituras, tenemos que reflexionar lo que dicen. Evidentemente no se trata de simples historias ni de entretenernos o emocionarnos con ciertos pasajes, sino de ir entendiendo por qué Dios nos dice cada cosa; se trata de comprender cuál es su propósito. Esta lectura debe ser una lectura por fe.
c) Al leer la Biblia, tenemos que resaltar las partes que nos vayan pareciendo más importantes y las que sentimos que nos “hablan” personalmente, tanto para solicitar a los pastores que nos aclaren ciertos puntos, como para memorizarlas, porque a través de ellas Dios nos está “hablando” de una manera muy personal (Mateo 10:19 y Lucas 10:70).
d) Sin embargo, leer y memorizar no es suficiente; es necesario que pongamos en práctica en nuestra vida lo que vamos aprendiendo. Al hacerlo se desarrollará en nosotros una paulatina entrega a Cristo, porque aunque lo hayamos invitado a entrar en nuestro corazón, solemos impedirle que se ocupe de ciertas áreas de nuestra vida que no queremos cambiar.
e) Debemos también ser cuidadosos con lo que hacemos y con la forma en que nos relacionamos con Dios, porque en ocasiones queremos usar a Dios para que cumpla nuestros deseos, sin atender a lo que él nos dice en su Palabra. Eso provoca un alejamiento de Dios, entristece al Espíritu, y nuestra relación con él se enfría, pues no atendemos a lo que dice la Biblia:
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:5 y 6

Otra forma en que podemos equivocarnos, es cuando alabamos a Dios de palabra y nos ponemos a hacer lo que nos parece para agradarlo, cuando en realidad nos estamos agradando a nosotros mismos, tal como hacían los escribas y los fariseos en tiempo de Cristo, que practicaban un ritual para ser tenidos por piadosos por los otros hombres. Eso es una actitud hipócrita que, lejos de gustarle, le desagrada a Dios (Lucas 11:43 y 20:46 y 47).
f) Al ir aumentando nuestro conocimiento de la Biblia y fortaleciendo nuestra relación con Dios, tiene también que aumentar nuestra entrega a Jesucristo (es decir, tenemos que aprender a ser como él). Para eso necesitamos ir venciendo nuestro orgullo y soberbia (Santiago 4:6 y Daniel 4:37), dejándonos guiar por el Espíritu Santo que le dice a nuestra conciencia cómo debemos actuar.
¿Por qué dejarnos guiar? Porque no conocemos las consecuencias de nuestros actos; Dios, en cambio, las conoce aún antes de que actuemos. Tenemos que dejarnos guiar porque es fácil estar “sinceramente equivocados”, y pensar que son buenas, cosas que no lo son. Tenemos que ponernos en manos de Dios para qué él nos de señales de cuándo, cómo y dónde actuar, y pedirle que también nos de las oportunidades y las palabras apropiadas para lograr el mejor provecho de nuestras vidas.
Jesús está esperando que vayamos a él, desea ayudarnos, anhela que no nos desgastemos en esfuerzos inútiles, y aún cuando más desvalidos y cansados nos encontramos dice:
Venid a mí todos los que estais cansados y cargados y yo os
haré descansar. Llevad mi yugo en vosotros, y aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas; porque mi
yugo es fácil, y ligera mi carga.
Mateo 11:28 a 30

Así, el mejor consejo de cómo actuar para vivir en Cristo y disfrutar su paz, lo dio una niñita de la iglesia que dijo: “Cuando el diablo toca a la puerta, le digo a Jesús que responda”.