sábado, 22 de enero de 2011

Poema 24

Te entregué mi iniquidad
y me diste paz; mi dolor te di,
y encontré serenidad.

¿Dónde está el Hijo de Dios?
mi corazón se abrió a él,
ahora también habita en mí.

Jesús tuvo de mí misericordia;
se llevó mi amargura
y me rodeó su dulzura.

No hay tiempo de tristeza,
el mundo está de cabeza
y necesita oración.

Alabanza bella y santa,
voz que escucha nuestro Dios,
llega al cielo con presteza
cuando la iglesia canta
y a él se entrega con pasión.

Compartamos testimonios
y guardemos mandamientos,
llevemos las buenas nuevas
que Jesús un día nos dio.

Luminarias ejemplares,
gestos de sincero amor,
mirando siempre de frente
honremos en todo al Señor.

¿Cuándo vendremos a Dios?
Lo llama el corazón,
nuestra alma clama.
El día llegará, no desesperes,
y habitarás en su amor.

Poema 23

Dame las palabras precisas,
esas que en Jesús reflejan luz,
úsame a mí, llévame a tí.

Jesús enseña con paciencia
cosas que no sabe la ciencia,
y en la vivencia de sus testimonios
nuestra vida rompe sus cadenas,
sus condenas.

¿Quién habitará en tu amor?
Blanquea mi alma
para que sin inquietud, con calma,
me presente ante el Señor.

A Dios me debo y a él voy,
donde el tiempo pierde su importancia,
alcanzada la promesa,
revelada la palabra,
con la dicha de saber quien soy.