Te entregué mi iniquidad
y me diste paz; mi dolor te di,
y encontré serenidad.
¿Dónde está el Hijo de Dios?
mi corazón se abrió a él,
ahora también habita en mí.
Jesús tuvo de mí misericordia;
se llevó mi amargura
y me rodeó su dulzura.
No hay tiempo de tristeza,
el mundo está de cabeza
y necesita oración.
Alabanza bella y santa,
voz que escucha nuestro Dios,
llega al cielo con presteza
cuando la iglesia canta
y a él se entrega con pasión.
Compartamos testimonios
y guardemos mandamientos,
llevemos las buenas nuevas
que Jesús un día nos dio.
Luminarias ejemplares,
gestos de sincero amor,
mirando siempre de frente
honremos en todo al Señor.
¿Cuándo vendremos a Dios?
Lo llama el corazón,
nuestra alma clama.
El día llegará, no desesperes,
y habitarás en su amor.
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