sábado, 12 de marzo de 2011

PONER NUESTRA VIDA EN MANOS DE CRISTO; ENTREGARLO TODO, VIVIR PARA ÉL

El creyente que en su niñez careció de una formación familiar y una educación cristiana, se acostumbró a hacer las cosas según su propio punto de vista y en sus fuerzas; por lo tanto, al convertirse recibiendo a Cristo en su corazón, resulta muy difícil aprender a depender de Dios. Sus días no son gozosos, porque por lo general, se afana en lograr cosas que no puede alcanzar plenamente, lo cual lo frustra. Tiene que aprender a obedecer a Dios, a escucharlo.
Pero no sólo este creyente, sino también el que sí tuvo una formación y una educación cristiana, tiene que tener cuidado de no separarse de lo que enseña la Biblia, porque la tentaciones, el deseo, el orgullo y las trampas del mundo, siempre están presentes en nuestra vida.
Una de las tareas de nuestros pastores es encauzarnos para que aprendamos a entrar en el reposo de la fe, para que establezcamos una relación con Dios cada día más profunda, y accedamos al gozo que ésta nos da. La tarea no es sólo de los pastores, nuestro papel no es pasivo; tenemos que estar orando para que en Cristo, Dios nos de su gracia haciendo posible que esa relación prospere; es necesario además que leamos, estudiemos, memoricemos, y hagamos parte de nuestra vida lo que dice el precioso instructivo para nuestra salvación que es la Biblia.
Leyendo la Biblia podemos responder a estas preguntas: ¿Quién nos fortalece? ¿Quién nos sustenta con su Palabra? ¿Quién sabe saciar nuestra sed espiritual? Cristo murió por nosotros para darnos la salvación, y Dios nos mostró exactamente lo que hay que hacer para ser salvos: creer que Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios, el Rey de Reyes, que vino a rescatarnos y nos ha preparado habitación en el reino de Dios.
Toda la Biblia nos enseña lo que Dios espera de nosotros, el camino que nos ha trazado y lo que tenemos que hacer para que nuestra relación con él a través de Cristo, nos acerque más a Dios, y nos haga acumular tesoros espirituales imperecederos (Mateo 6:19 a 21).
El camino que Dios tiene para nosotros no está libre de dificultades, pero cada dificultad puede ser superada, y es necesaria para engrandecernos, en la medida en que sirve para que aprendamos a ponernos en manos de Dios.
¿Qué consejos prácticos pueden ayudarnos a ir acrecentando esa paz interior y esa sabiduría no humana, que nos permite comprender, amar y perdonar? ¿Cómo lograrlo?
a) Lo primero que tenemos que hacer, siendo creyentes, es reconocer que la Biblia es la Palabra de Dios; ella es nuestro pan, nuestro alimento diario no adulterado y que no puede faltar.
b) A medida que vamos leyendo las Escrituras, tenemos que reflexionar lo que dicen. Evidentemente no se trata de simples historias ni de entretenernos o emocionarnos con ciertos pasajes, sino de ir entendiendo por qué Dios nos dice cada cosa; se trata de comprender cuál es su propósito. Esta lectura debe ser una lectura por fe.
c) Al leer la Biblia, tenemos que resaltar las partes que nos vayan pareciendo más importantes y las que sentimos que nos “hablan” personalmente, tanto para solicitar a los pastores que nos aclaren ciertos puntos, como para memorizarlas, porque a través de ellas Dios nos está “hablando” de una manera muy personal (Mateo 10:19 y Lucas 10:70).
d) Sin embargo, leer y memorizar no es suficiente; es necesario que pongamos en práctica en nuestra vida lo que vamos aprendiendo. Al hacerlo se desarrollará en nosotros una paulatina entrega a Cristo, porque aunque lo hayamos invitado a entrar en nuestro corazón, solemos impedirle que se ocupe de ciertas áreas de nuestra vida que no queremos cambiar.
e) Debemos también ser cuidadosos con lo que hacemos y con la forma en que nos relacionamos con Dios, porque en ocasiones queremos usar a Dios para que cumpla nuestros deseos, sin atender a lo que él nos dice en su Palabra. Eso provoca un alejamiento de Dios, entristece al Espíritu, y nuestra relación con él se enfría, pues no atendemos a lo que dice la Biblia:
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:5 y 6

Otra forma en que podemos equivocarnos, es cuando alabamos a Dios de palabra y nos ponemos a hacer lo que nos parece para agradarlo, cuando en realidad nos estamos agradando a nosotros mismos, tal como hacían los escribas y los fariseos en tiempo de Cristo, que practicaban un ritual para ser tenidos por piadosos por los otros hombres. Eso es una actitud hipócrita que, lejos de gustarle, le desagrada a Dios (Lucas 11:43 y 20:46 y 47).
f) Al ir aumentando nuestro conocimiento de la Biblia y fortaleciendo nuestra relación con Dios, tiene también que aumentar nuestra entrega a Jesucristo (es decir, tenemos que aprender a ser como él). Para eso necesitamos ir venciendo nuestro orgullo y soberbia (Santiago 4:6 y Daniel 4:37), dejándonos guiar por el Espíritu Santo que le dice a nuestra conciencia cómo debemos actuar.
¿Por qué dejarnos guiar? Porque no conocemos las consecuencias de nuestros actos; Dios, en cambio, las conoce aún antes de que actuemos. Tenemos que dejarnos guiar porque es fácil estar “sinceramente equivocados”, y pensar que son buenas, cosas que no lo son. Tenemos que ponernos en manos de Dios para qué él nos de señales de cuándo, cómo y dónde actuar, y pedirle que también nos de las oportunidades y las palabras apropiadas para lograr el mejor provecho de nuestras vidas.
Jesús está esperando que vayamos a él, desea ayudarnos, anhela que no nos desgastemos en esfuerzos inútiles, y aún cuando más desvalidos y cansados nos encontramos dice:
Venid a mí todos los que estais cansados y cargados y yo os
haré descansar. Llevad mi yugo en vosotros, y aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas; porque mi
yugo es fácil, y ligera mi carga.
Mateo 11:28 a 30

Así, el mejor consejo de cómo actuar para vivir en Cristo y disfrutar su paz, lo dio una niñita de la iglesia que dijo: “Cuando el diablo toca a la puerta, le digo a Jesús que responda”.

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