domingo, 27 de marzo de 2011

Reflexiones sobre el Salmo 144

Bendito sea Jehová mi roca…” así se inicia el Salmo 144. La roca es el fundamento de nuestra casa, y la casa del creyente es la Iglesia. Quien edifica sobre la roca puede resistir las tempestades (Mateo 7:24 y Lucas 6:48). ¿Pero de qué roca se trata? ¿Qué significa la roca? La “roca” es un símbolo, la roca representa a Cristo. Cuando en el salmo se habla de la roca se está hablando realmente del Señor Jesucristo (1ª Corintios 10:4). Una casa construida sobre la roca es firme y resiste por él; una iglesia fiel a Cristo es la que sigue su Palabra.
Estar de pie sobre la roca es tener a Cristo como base de nuestra vida. Sólo en él estamos seguros, pues su firmeza y su amor nos sostienen aún en los momentos difíciles de las pruebas. Jesús nos fortalece; nos va moldeando para perfeccionarnos, y el Espíritu nos orienta y nos permite diferenciar lo que es de Dios, de lo que no lo es. Por eso este salmo se inicia bendiciendo a Dios.
En el primer versículo también se dice:
Quien adiestra mis manos para la batalla,
Y mis dedos para la guerra

Al leer esto uno puede pasar por alto estos versos, pensando que sólo se refieren a David, porque era guerrero (además de rey, pastor, danzarín, cantante y redactor de salmos). Sin embargo, nada en los salmos es ajeno a nosotros, porque la Biblia es un gran instructivo que Dios nos da para la salvación. Entonces, tenemos que preguntarnos: ¿A qué batallas y guerras se refiere? ¿Contra qué o quiénes? ¿Cómo participamos en ellas?
Existen fuerzas que no vemos, como los ángeles caídos, los principados y las potestades del mal ante los cuales cada creyente mantiene una lucha constante. Estos enemigos tratan de emboscarnos apelando a nuestras debilidades, y mostrándonos el oropel de las tentaciones del mundo: dinero, sexo, fama, éxito, venganza, vanidad. Y cuando a la luz de esto se releen los versículos 1 y 2 del salmo, se comprueba que Dios no nos deja solos en esta lucha:
“…Escudo mío, en quien he confiado;
El que sujeta mi pueblo delante de mí”…

Dios siempre está a nuestro lado apoyándonos y sosteniéndonos, porque conoce nuestras debilidades. Él, con su enorme misericordia, nos provee los medios para protegernos de las huestes del mal (Romanos 8:37 a 39). Él es nuestro escudo y nuestra fuerza; él es nuestra roca viva, y quien nos protege de los ataques invisibles que acechan nuestra alma.
En el 3er. Versículo del salmo, David se formula preguntas que en algún momento todos los creyentes nos hacemos. ¿Por qué Dios nos protege y nos cuida, si tenemos tantos defectos? Y la respuesta es maravillosa: justamente por eso; porque nos ama y procura por todos los medios que salgamos adelante con bien. Y Dios no escatima nada (Juan 3:16).
Al ser vencido el enemigo, brota la alabanza agradecida hacia aquél que nos dio la ayuda oportuna. David la expresa (Salmo 144:9 y 10), y nosotros también,cuando nos salvamos de un accidente, cuando resistimos las tentaciones, cuando sanamos, cuando se hace justicia y cuando triunfa el amor.
Del mismo modo, en el momento en que las dificultades comienzan a turbar nuestra vida, tenemos un Dios fuerte y un gran abogado, Jesucristo, para hacernos oír. Pidamos ayuda sin dilación. Dios escuchará la oración (Jeremías 29:12; 1ª Tesalonicenses 5:17; Santiago 5:16), como escuchó a David, y nuestra Roca nos amparará. Él no dejará las ovejas a merced de los lobos (Juan 10:11 a 16).
En los versículos 7 a 11 del salmo, Davbid pide esa ayuda necesaria para ser rescatado y quitado de entre “hombres extraños””, cuya boca es vanidad y su diestra, es “diestra de mentira”. Por medio del ejemplo de David, el salmo nos dice qué hacer: recurrir siempre a Dios, mantenernos leales y firmes en él.
El salmo continúa en los versículos 12 a 14, con el ruego de David por el bienestar de su pueblo. Esto es muy importante, ya que la felicidad del creyente se alcanza compartiendo. David rogó por el bienestar de su pueblo, y durante los reinados de David y Salomón ese pueblo gozó de gran prosperidad (pero luego el rey Roboam y sus sucesores, así como el pueblo, idolatraron, se olvidaron de su Dios, y perdieron las bendiciones que habían tenido tal como lo relata 1ª Reyes 14:21 a 28).
Finalmente, el salmo concluye diciendo:
Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová
.
Y sabemos por nuestras lecturas de la Biblia que esta bienaventuranza se alcanzó, y más adelante se perdió por falta de fe, el Salmo 144 y la Biblia dan constancia de ello.
Los creyentes tenemos que apropiar la enseñanza de este salmo: a nosotros nos toca permanecer fieles para mantener las bendiciones que Dios nos da y prosperar como Iglesia.

1 comentario:

  1. Querida Silvia: Acabo de leer un poema tuyo y todos los pensamientos que tenés para publicar y edificar a gente desconocida, eso es ser una buena sierva de Dios. Gracias por edificarme.
    Soy Cristina Rossi. Te abrazo en el nombre del Señor.

    ResponderEliminar