Enjuagaste en un instante
toda lágrima de mis ojos,
cuando entreabrí apenas
la puerta de mi corazón.
Transformaste mi vida,
y con tu amor,
me enseñaste a amar.
En este amor
caben los cielos y la tierra;
de tal amor se trata,
que permanece para siempre
y nunca cambia.
No se deja de amar a quien no está,
ese amor permanece;
no se sustituye
un amor con otro amor,
ambos existen y el amor crece.
Te veo en el rostro de todas tus criaturas;
te encuentro en mí.
Te busco en la mirada amiga,
y en los momentos de oración.
Iglesia, me dijiste una mañana,
ven a mí, yo siempre estoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario