domingo, 27 de junio de 2010

fragmento de una oración por la Iglesia

Amado Padre Celestial, tú sabes lo que sucede en nuestros corazones y lo que hacemos en nuestras vidas.Cuídanos para que no nos desviemos, porque es fácil, y hay muchas tentaciones alrededor. No permitas que tu Iglesia abandone el primer amor, el amor sagrado que nos une a tí; haznos fieles hasta la muerte y no dejes que tus hijos e hijas retengan falsas doctrinas ni que se inclinen ante algún ídolo. Impide, te lo ruego, las murmuraciones, los celos, las desavenencias, y fortalece la unidad; enséñanos a retener lo bueno y hacerlo crecer; enciéndenos con tu amor para que no seamos tibios como Laodicea.
Oh Dios, que tu amor se proyecte en nuestras obras, y el mutuo cariño distinga a esta Iglesia de todas las demás.
Guardaremos tu Palabra hasta el fin y aún, prosperaremos, a medida que esclarezcas nuestro entendimiento y aumentes nuestra fe. Enséñanos a amar como tú amas, a ser mansos, y hacer obras que lleguen a todos los rincones y a todos los corazones, para que, en el nombre de tu Hijo Amado, sean a tí toda la gloria y el poder.
Haz, Dios Misericordioso, que tu Iglesia sea árbol bueno,que de fruto bueno a treinta,sesenta y ciento por uno. Conviértenos también en árbol cobijador, para que todo aquél que se acerque encuentre un hogar, una familia, el amor por tu Palabra y su propia salvación.Permítenos dar sombra refrescante, que de páz -tu paz- a los que escapan de los ardores del mundo. Haznos árbol poderoso, de recio tronco, que jamás pueda ser cortado y que crezca recto en dirección a tí.
¡Oh Dios! que cada una de las hojas de esas poderosas ramas despida fragante aroma de oración.

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