viernes, 9 de julio de 2010

Aspectos de la personalidad de Cristo

Para las personas que no han sido formadas en la fe desde su infancia, conocer la persona de Cristo puede ser un proceso lento y con altibajos, a pesar de que lo hayan recibido en su corazón con mucha fe. Eso no es raro, ya que también podemos desconocer aspectos de nuestros padres, nuestros hijos, y aún, de nosotros mismos.
Previendo ésto, y ante la necesidad que tenemos los creyentes de entender mejor a nuestro Señor y Salvador, la Biblia nos da diversas claves para que sepamos más del Mesías.
El Evangelio de Juan está centrado en esta cuestión,y lo primero que destaca es que Jesús es parte de Dios (Juan 1:1). Allí se lo presenta como el Verbo (Juan 1:1), como Creador (Juan 1:3), y como fuente de vida (Juan 1:4). Asimismo, se lo caracteriza como poder, ya que Dios es poder (Juan 1:5).
Dios tuvo un poderoso motivo para desarrollarse como el Hijo del Hombre: salvar a la humanidad, que estaba perdida a causa del pecado cometido por Adán y Eva, y sus consecuencias (Romanos 3:23). Para lograr ésto,era necesario pagar por esos pecados.
"Porque la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23), él se ofreció a sí mismo haciéndose hombre en la figura de Jesús, para fungir como víctima propiciatoria y saldar la cuenta en la cruz.
Realmente, sólo él podía hacerlo, porque no pueden los pecadores redimirse a sí mismos.
Jesucristo -Dios hecho hombre- también trajo a la humanidad gracia y verdad (Juan 1:17).
Al haberse sacrificado para pagar nuestros pecados, Jesús fue también llamado el Cordero de Dios (Juan 1:29).
Más la salvación no implica un pase automático al cielo, sino que sólo puede se acceder a ella por medio de aquél que nos redimió. Es por eso que en Juan 3:36 dice: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna, el que reúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él."
El pecado se opone firmemente a nuestra salvación, y desvía nuestra fe hacia objetos del mundo: el dinero, un equipo de futbol, un artista famosos, etc. Sin Cristo en nuestro corazón estos objetos se convierten en ídolos, alimentan nuestro orgullo, y nos conducen a otros pecados. Es por eso que el arrepentimiento y la fe tienen que acompañarnos para recibir realmente a Jesucristo en nuestro corazón y entregarnos a él, para que nos vaya limpiando de pecado (continuará).
.....................................................................................
A pesar de su sublime propósito, el mundo no lo comprendió, y aún viendo sus milagros, estaban más ligados a las cosas del mundo que a las del espíritu.
Podemos imaginar, por esto, con cuánto dolor Jesús dijo a la multitud que lo seguía, después de la multiplicación de los panes y los peces:"De cierto, de cierto os digo que me buscais, no porque habeis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis." (Juan 6:26) La realidad era muy triste: Él estaba poniéndose a sí mismo en nuestro lugar y sacrificándose por nuestros pecados, y nosotros seguíamos buscando una satisfacción personal y egoísta.
Sin embargo, en muchos casos no sólo el pecado del hombre lo aparta de Dios, sino que su ignorancia también lo mantiene alejado. Muchos continúan preguntándose:¿Cómo debe producirse el acercamiento? y ¿Cómo puede un muerto dar vida?
El acercamiento se produce a través de la fe (Efesios 2:8 y Romanos 10:17). La Biblia dice, además, que el pan del cielo es aquél que descendió del cielo y da vida al mundo (Juan 6:33), esto es, nuestro Señor Jesucristo.
Jesús no está muerto, sino que ciertamente murió en la cruz, pero al tercer día -como estaba escrito y anunciado- resucitó. Nuestro Dios no es un dios muerto, ni un ídolo hecho por manos de hombre; nuestro Dios es Dios vivo, y en él está el Cristo resucitado. Él venció a la muerte y ha preparado morada en el reino de los cielos para cada creyente y para toda su Iglesia. Con su resurrección Jesucristo cumple la parte fundamental de su misión: buscar y salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10).
Jesucristo, tras la resurrección les confirmó esto a sus discípulos, y les dijo:"Toda potestad me es dada en los cielos y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y y del Espíritu Santo." (Mateo 28:19)(continuará)
.....................................................................................
La salvación que se obtuvo con el sacrificio de Jesús estaba anunciada desde tiempos antigüos; así, por ejemplo, Isaías 65:16 dice: "El que se bendijere en la tierra, en el Dios de verdad se bendecirá; y el que jurare en la tierra, por el Dios de verdad jurará.", y con gran misericordia, esto se especificó, aclarando: "Y antes que clamen responderé yo; mientras aún hablen, yo habré oído." (Isaías 65:24)
Dios está atento a los hombres, pero el corazón endurecido no lo puede entender. El pueblo creía que Jesús les daría de comer otra vez y siempre, pero no se daba cuenta que el propio Cristo era el pan, pues veían el mundo desde sus propios apetitos carnales.
Cuando Cristo está en el corazón y el Espíritu orienta al creyente, se comprende que todo en este mundo es vanidad. Como muestra, basta ver los tesoros que guardan los museos: no dejan de ser objetos de arte y de cultura, pero la gran mayoría de ellos fueron hechos con la intención de prolongar la imagen de juventud o de riqueza, y la memoria de personas y pueblos que van quedando atrás. El creyente valora las riquezas espirituales más que los objetos elaborados por sus manos o su intelecto, aunque puede apreciar los objetos de arte como lo que son: obras excepcionales de los hombres.
Es a partir del crecimiento y progresivo conocimiento espiritual, que podemos ir acercándonos al conocimiento del Mesías. Desde esta perspectiva se entiende que vino al mundo, no para hacerse como todos los hombres, ni porque hubiera querido tener una experiencia sobre el dolor humano, sino para hacer lo que desde el principio había previsto para la salvación de los que estaban perdidos (Juan 6:38 y 39).
En el cumplimiento de esta sagrada y amorosa misión por parte de Cristo (su sacrificio y resurrección),es que se ofreció como el Cordero de Dios (Juan 6:47) a todo aquél que en él cree (Juan 6:51).
Así, procurando que los hombres trascendieran su ceguera, y aprendieran a ver y oír, dio el siguiente mandamiento: "No juzgueis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio" (Juan 7:24).
Lo anterior es apenas un ejemplo del delicado cuidado que ha puesto desde entonces y desde siempre, para que la salvación pueda tener lugar, y para que los creyentes vayan perfeccionándose hasta empezar a reflejar en sí mismos el carácter de Jesús. (continuará)
....................................................................................
El rasgo dominante en el carácter del Mesías es el amor. El amor de Cristo es el amor de Dios (Efesios 3:19 y 1ª. Corintios 13: 4 a 7), volcado generosamente en los hombres.
Quien le abrió las puertas de su corazón a Jesucristo comienza a andar por el camino de la salvación. Ese camino es un poco distinto para cada persona, pero su destino final es encontrarse en comunión eterna en la ciudad de Dios con Él.
Cuando una persona transita por cualquier camino que no conoce bien, puede desviarse. Existen sendas colaterales y ramales en los que es fácil perderse, puede haber obstáculos, señales que uno no entiende, o falta de señales. Al principio (y a veces no tan al principio) el creyente también puede confundir el camino, porque cada caso es diferente, y también hay escollos en el camino de la salvación. Asimismo, no sabe bien cómo alcanzar el perfeccionamiento espiritual hasta comprender y asimilar el carácter de Cristo. Nuestra vieja naturaleza es el principal problema, pero también están los ídolos y las tentaciones mundanas. Dios, conociendo esa naturaleza, dejó en la Biblia la guía perfecta para no extraviarse. Esa guía está iluminada por la luz que es Cristo y señalada por la orientación eficaz del Espíritu Santo.
La lectura constante de la Biblia nos indica por dónde andar; la oración nos permite pedir ayuda cuando nos sentimos extraviados; el Espíritu nos advierte los peligros. Y en todos los casos, Jesús está a la puerta de nuestro corazón, siempre dispuesto para rescatarnos (Mateo 21:22).
Jesús cumplió su amor hacia los hombres, de tal manera, que no sólo entendió su sacrificio como algo necesario, sino que a pesar de haber sido injustamente tratado, vituperado y escarnecido, tiene preparadas muchas preciosas moradas para los creyentes, es decir, para toda la Iglesia.
Jesús está vivo porque resucitó, y esto fue así, porque la muerte no lo podía retener, puesto que fue a ella sin pecado (Ezequiel 18:4 y Romanos 3:23). Es justamente porque está vivo y nos ama, que ha preparado esas moradas para tenernos cerca suyo y compartir la eternidad con nosotros (Juan 14:2).
El creyente no puede dudar, ese mismo Jesús que mora en su corazón y que lo alienta a seguir adelante, dijo: “Yo conozco tus obras; he aquí he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Apocalipsis 3:8).
¿Y cuál es esa puerta? El mismo Jesús afirma: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10:9).

No hay comentarios:

Publicar un comentario