domingo, 4 de julio de 2010

El camino de la felicidad

La Biblia dice: “Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en Jehová” (Salmo 104:34). Para apropiarnos de esta verdad y hacerla realidad en nuestra vida, hay que comenzar a observar nuestro alrededor. Todos miramos, pero realmente ¿vemos?
A medida que aprendemos más de Dios, comenzamos a reconocer lo que Dios ha hecho para que aún en este mundo vivamos bien y gozosos: nos ha dado la oportunidad de ser salvos (Juan 6:47 y 10:9), un Consolador que nos orienta (Efesios 5:9) y un Cristo que lava nuestros vestidos hasta dejarlos blancos (1ª- de Juan 3:5 y 2:1b y 2); ha creado también para nuestro sustento y la satisfacción de nuestro cuerpo: el agua que apaga nuestra sed, y los alimentos con su diversos sabores y propiedades. No ha olvidado tampoco rodearnos de belleza y magnificencia, al crear el cielo con su grandiosidad, las montañas, las praderas y los desiertos. Y así podríamos continuar, y no acabaríamos de nombrar todo lo que diariamente recibimos.
Al aprender a ver, vemos más allá de lo circunstancial, y surge la grandeza de las obras de Dios. Él nos ha dado la tierra llena de sus beneficios (Salmo 134:24).
Al abrir nuestros ojos de esta forma, el amor de nuestro Creador se hace evidente. Su ternura y su misericordia son agua de vida y fuente de esperanza. Aún en circunstancias difíciles o de prueba, Jesús nos muestra su compasión: “Venid a mí todos los que estais trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Y cuando las dificultades arrecian, nos invita a reconsiderar nuestras fuerzas, porque en los creyentes no hay debilidad, ya que Cristo mismo se encarga de estimularnos para vencerlas: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Es por el amor que Dios tiene por sus hijos que dice:
Bienaventurado el hombre
que en ti tiene sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos.
Atravesando el valle de lágrimas,
Lo cambia en fuente,
Cuando la lluvia llena sus estanques.
Salmo 84:5 y 6
Al leer la Biblia encontrarás éstas y muchas otras santas palabras que te confortarán. Al hacer tuyas las promesas de Dios y andar en su camino, cumpliendo con sus mandamientos, encontrarás, primero la paz, y poco a poco, la felicidad esperada. “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4).

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