Poderosas nubes de tormenta
arrastran al caer en llanto
los pueblos que quedan anegados.
Torrentes de terror siegan el campo
y en la ciudad tiembla la noche.
Juzgó Dios con justicia los pecados,
y se volcaron las fuentes de las aguas.
Se ahogó toda rebeldía;
el pecador con su pecado
fue arrastrado.
Sólo quedó flotando, como un sueño,
en la gran inmensidad, un arca;
un acto de fe, que para los demás fue locura,
navegando sin saber ni cómo,
ni hasta cuándo, ni por qué.
Un día volvió a brillar el sol,
el resto del mundo era silencio.
Entonces Dios selló el cielo con colores;
se conmovió su Espíritu,
y se secó la tierra.
Se iniciaron desde aquel día otros viajes,
surcaron mar y tierra nuevas esperanzas;
él las alentaba;
el cumplimiento de la Promesa se acercaba.
Se estrecharon nuevos lazos,
hizo pacto de perpetuo amor,
y a la luz de la verdad que es en Cristo,
hoy la vida se encuentra renovada.
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