Toca nuestro corazón, oh Dios,
para que veamos lo que no sabemos ver,
para que nos demos cuenta;
si, para que nos demos cuenta.
¿Por qué es fácil condolernos
del padecimiento de quienes son como nosotros,
y no de quienes nos sirven?
¿Qué le pasa a nuestro corazón?
Por unos oramos y procuramos auxilio,
a los otros les exigimos siempre más.
¿Qué le pasa a nuestro corazón?
El Espíritu se duele de nuestra ceguera;
nuestra dureza es piedra de tropiezo,
es caída y es dolor.
Nuestra conciencia está cegada…
Disciplíname, amado Padre,
antes de que sea tarde;
edúcame para vencer el orgullo
que me impide ver que ellos
sufren y padecen tanto o más que yo.
Jesús lavó los pies de sus discípulos,
y dio su vida por nuestra salvación;
si siendo Hijo de Dios
pudo dar tanto:
¿no debemos nosotros inclinarnos
y servir a los que nos sirven con amor?
Este pecado oculto a nuestra conciencia
nos hace abominables ante Dios.
Te ruego, y por Jesucristo te suplico,
que nos guíes hacia el camino de paz,
para que nos aproximemos,
nos abracemos,
y nos des tu perdón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario