sábado, 22 de enero de 2011

Poema 24

Te entregué mi iniquidad
y me diste paz; mi dolor te di,
y encontré serenidad.

¿Dónde está el Hijo de Dios?
mi corazón se abrió a él,
ahora también habita en mí.

Jesús tuvo de mí misericordia;
se llevó mi amargura
y me rodeó su dulzura.

No hay tiempo de tristeza,
el mundo está de cabeza
y necesita oración.

Alabanza bella y santa,
voz que escucha nuestro Dios,
llega al cielo con presteza
cuando la iglesia canta
y a él se entrega con pasión.

Compartamos testimonios
y guardemos mandamientos,
llevemos las buenas nuevas
que Jesús un día nos dio.

Luminarias ejemplares,
gestos de sincero amor,
mirando siempre de frente
honremos en todo al Señor.

¿Cuándo vendremos a Dios?
Lo llama el corazón,
nuestra alma clama.
El día llegará, no desesperes,
y habitarás en su amor.

Poema 23

Dame las palabras precisas,
esas que en Jesús reflejan luz,
úsame a mí, llévame a tí.

Jesús enseña con paciencia
cosas que no sabe la ciencia,
y en la vivencia de sus testimonios
nuestra vida rompe sus cadenas,
sus condenas.

¿Quién habitará en tu amor?
Blanquea mi alma
para que sin inquietud, con calma,
me presente ante el Señor.

A Dios me debo y a él voy,
donde el tiempo pierde su importancia,
alcanzada la promesa,
revelada la palabra,
con la dicha de saber quien soy.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El caso de Zaqueo

Zaqueo era un publicano muy rico, y muy bajito. Él sabía lo que era ser pequeño y no le gustaba, pero toda su riqueza no le había servido para crecer un palmo. Enterado de que el Señor Jesús llegaría a la ciudad, decidió verlo, aunque para eso tendría que humillarse reconociendo ante los demás su condición, pues entre el gentío su baja estatura le impediría hacerlo. Aceptado públicamente que era muy chaparrito, y con la esperanza de divisarlo a pesar de la multitud que lo rodeaba, se encaramó en un árbol.
La grandeza de la fe del pequeño Zaqueo es un ejemplo que todos debemos seguir. Él puso a Jesús por encima de su orgullo. Nosotros tenemos que hacer igual que él. Zaqueo quería ver a Jesús, nosotros también; Zaqueo tenía fe, igual nosotros. Pero a diferencia de la mayoría, no dudó; no se detuvo; no puso reparos, sino que cuando Cristo se acercó hasta donde estaba y lo llamó diciendo:
Zaqueo, date prisa, desciede, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
Lucas 19:5b
respondió de inmediato:
Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso.
Lucas 19:6
¿Somos nosotros tan rápidos para aceptar lo que Dios nos dice? ¿Mostramos siempre gozo al servir al Señor? Zaqueo era consciente de ser un pecador, y sin embargo, estaba recibiendo el don más preciado: la salvación. Ese acto de amor por parte del Señor Jesús se proyectó de inmediato en su vida(1a. Juan 4:19), y voluntariamente dijo:
He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he
defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
Lucas 19:8
La consciencia de pecado movió a Zaqueo a reparar sus errores. Esa misma consciencia es la que nos mueve a buscar en la palabra y a conocer a través de ella nuestros propios pecados y enmendarlos, enderezando nuestro camino.
Zaqueo tenía a Jesús frente a él, nosotros también lo tenemos. ¿Obraremos como Zaqueo? Dejemos que la Palabra abra nuestro corazón y actuemos con la rapidez y generosidad de Zaqueo.
¿Dirá Jesús una vez más: “Hoy ha venido la salvación a esta casa?” (Lucas 19:9a)
Esto es lo que deseo y lo que le pido a Dios que haga posible: abrir nuestro corazón a Jesús para consolidar nuestro compromiso con él en un acto de perpetua entrega y constante amor, y para todos en su Iglesia, unidos en el cuerpo de Cristo, compartamos su luz con los que aún no la reciben.

martes, 7 de diciembre de 2010

Poema 22

En el cielo iluminado
por la estrella anunciadora,
se rasgaron las tinieblas
con su luz alentadora.

¿Qué dijo el ángel de Dios?
Fue una noche de alabanza,
canto y danza.
¡Ha llegado el Salvador!

¿Qué dijo el ángel de Dios?
Fue una noche de alabanza
para el que puso su esperanza
en la promesa de amor.

Y ha pasado mucho tiempo,
mas se alegra el corazón,
porque está vivo el recuerdo
del pequeño Salvador.

Y ha pasado mucho tiempo,
mas se alegra el corazón,
porque hoy todos sabemos:
¡la promesa de cumplió!

jueves, 2 de diciembre de 2010

Poema 21

La suavidad del papel no iguala
las palabras de amor que hay en tus páginas;
y yo acaricio esas palabras,
que alientan mi reposo
e impulsan mi confianza.

Cuando era niña leía de corrido;
entendía todo, según me parecía.
me detengo hoy en tu lectura:
cada frase contiene más verdades
de las que mi entendimiento capta.

Esas páginas dicen como somos;
en los ojos que leen, descansa la mirada.
Lo dicho sube desde el libro al alma.
No son ni los nombres ni las historias,
no son las palabras bellamente articuladas:
el pensamiento de Dios es perfecto,
como precisas son sus palabras.

Desde la Biblia llega la voz de Dios
y se transforma en práctica:
mueve a los creyentes y los cambia;
sin detenerse sigue adelante,
toca al incrédulo y lo convierte.
El pensamiento de Dios es perfecto,
como precisas son todas sus palabras.

Poema 20

¿Qué puedo decirte, Dios, que ya no sepas?
¿Qué puedo darte?
¿Apuros? ¿Olvidos? ¿Temor?
Por tu voluntad existo;
con profundidad me conoces.
Tú me formaste de polvo,
de polvo agitado por un soplo de amor.

Poema 19: Oración

Toca nuestro corazón, oh Dios,
para que veamos lo que no sabemos ver,
para que nos demos cuenta;
si, para que nos demos cuenta.

¿Por qué es fácil condolernos
del padecimiento de quienes son como nosotros,
y no de quienes nos sirven?
¿Qué le pasa a nuestro corazón?

Por unos oramos y procuramos auxilio,
a los otros les exigimos siempre más.
¿Qué le pasa a nuestro corazón?
El Espíritu se duele de nuestra ceguera;
nuestra dureza es piedra de tropiezo,
es caída y es dolor.

Nuestra conciencia está cegada…

Disciplíname, amado Padre,
antes de que sea tarde;
edúcame para vencer el orgullo
que me impide ver que ellos
sufren y padecen tanto o más que yo.

Jesús lavó los pies de sus discípulos,
y dio su vida por nuestra salvación;
si siendo Hijo de Dios
pudo dar tanto:
¿no debemos nosotros inclinarnos
y servir a los que nos sirven con amor?

Este pecado oculto a nuestra conciencia
nos hace abominables ante Dios.
Te ruego, y por Jesucristo te suplico,
que nos guíes hacia el camino de paz,
para que nos aproximemos,
nos abracemos,
y nos des tu perdón.